Córdoba y el misterio
Ulyfox | 21 de febrero de 2021 a las 20:15
El misterio es la sal de la vida. No hay nada más atractivo, y para los ignorantes de tantas cosas como yo cualquiera de ellas puede convertirse en misterio. O a lo mejor es que lo buscamos en todo. El caso es que estuvimos en Córdoba el pasado día de Reyes y su víspera, y nos volvimos a encontrar frente a frente con lo misterioso de una cultura que vivió y dominó en Andalucía durante siete siglos y de la que podemos decir que desconocemos casi todo: la civilización islámica.
Fue un respiro que nos permitimos con todas las precauciones por la pandemia, y poco antes de que recomenzaran los cierres de todo por aquí. No era la primera vez que visitábamos Córdoba, pero esta vez lo hicimos con la conciencia de revisitar la Mezquita (se me hace rara esa denominación postiza de Mezquita-Catedral, aunque sea más apropiada) y de conocer las ruinas de Medina Azahara, o Madinat Al-Zahra.
Adoro este tipo de turismo de invierno en el que el apresuramiento es imposible. La corta duración de los días obliga a preparar agendas cortas, y la baja temperatura anima a recogerse pronto. Llegamos cerca del mediodía a Córdoba, y apenas dejadas las mínimas maletas en el hotel Eurostars Palace, un cinco estrellas magnífico con un precio increíble por la baja temporada y supongo que la escasa demanda en estas fechas, nos dirigimos a la Mezquita, a diez minutos a pie.
La visita estaba reservada por internet, pero nos dio la impresión de que no hacía falta. El singular monumento estaba tranquilo en un día frío y húmedo. Preferimos coger una visita guiada en exclusiva para los tres, con una guía solícita y didáctica. Suele ser la mejor forma de conocer un monumento, a menos que uno lleve puesta la formación adecuada. Nosotros sólo llevábamos unos abrigos demasiado gruesos, y esos fueron las únicas incomodidades de la visita.
Siempre me ha impresionado lo que es conocido como “el bosque de columnas” de la Mezquita, todas distintas y reutilizadas de anteriores edificios visigodos y romanos, pero la maestría en la construcción hace que formen una gran unidad. Hileras e hileras de ‘árboles’ pétreos dan una profundidad sin igual al templo y le proporcionan, creo yo, un gran misticismo al conjunto.
Para mi gusto, la catedral católica que se construyó en el centro del edificio rompe lo que debió ser una incomparable perspectiva y profundidad en los tiempos espléndidos del Califato. Se destrozó un monumento único para encastrar una catedral que no es precisamente la más bella de las que hay en nuestro país. De todas maneras, hay que reconocer que se respetó la mayor parte de la fastuosa mezquita aljama de Córdoba, lo que constituye una excepción en la actuación de las diferentes religiones.
De hecho se respetó casi toda la estructura y, afortunadamente, se preservó la parte más bella y espectacular del monumento: el mihrab, la estancia abierta en la qibla, la pared trasera del templo que indica la dirección de La Meca, hacia la que deben volver sus miradas los fieles cuando rezan. Extrañamente, y sin que se sepa muy bien por qué, esta no está orientada hacia la ciudad santa de los musulmanes, sino más bien al sur, lo que también es habitual en otras mezquitas de Al Andalus. Podría ser que siguieran la orientación que tenían las mezquitas en Siria.
De todas formas, eso no es lo importante, sino el propio mihrab: una joya hecha en estucos decorados y mosaicos bizantinos, que, mira qué hermosa casualidad y contradicción, fueron un regalo del emperador de Bizancio Nicéforo Fokas, que liberó la isla de Creta de la dominación musulmana. ¡Y qué mosaicos! Dibujos geométricos coloridos sobre un fondo dorado, como sólo podrían hacerlo los artesanos que envió el propio Fokas desde la cuna de ese arte hecho con millones de teselas.
La poca asistencia de público nos permitió realizar una visita detenida y tranquila, siempre lo más deseable, y sobre todo en lugares tan singulares como este.
El misterio nos esperaba aún más al día siguiente en Medina Azahara, la ciudad palacial fundada a unos 8 kilómetros de Córdoba por el califa Abderranmán III, y de la que sólo quedan restos, aunque magníficos y significativos del esplendor y riqueza que debió tener. Sin el reducido pero más que didáctico centro de interpretación situado a la entrada del recinto sería muy difícil de apreciar su importancia, tal es el grado de destrucción que sufrió una vez fue abandonada tras no llegar ni a cien años de vida.
Pero todo eso basta para disfrutar de la visita. No entendimos cómo el poco público que tenía ese día el recinto pasaba sin parar por el museo, y perdiéndose el documental que explica la historia y significado del monumento. Formas de visitar…
Mejor para nosotros. Pudimos detenernos casi ante cada piedra, cada arco, cada estucado en filigrana. La pena fue que no fue posible visitar la parte más suntuosa, el llamado Salón Rico, que está en proceso de restauración.
El día continuó de la mejor manera, puesto que volvimos a Córdoba capital con tiempo suficiente de pasear un rato por la judería, conocer la solitaria Sinagoga (otra joyita) y caminar por la famosa zona de los patios (cerrados todos a cal y canto) hasta la Taberna de la Viuda, donde almorzamos estupendamente.
Y la jornada culminó muy bien, puesto que tras el almuerzo nos reencontramos con un viejo amigo y compañero de la Facultad madrileña, al que no veía desde hacía muchos años. Esta visita tuvo muchos de los ingredientes de las que nos gustan: tranquilidad, un poco de historia, mucho de arte, buena comida y ausencia total de prisas turísticas. Y un pasito, atravesando un arco de herradura, al interior del misterio hispano-musulmán.
22 de febrero de 2021 a las 7:54 am | Enlace permanente
Y un buen salmorejo con un flamenquín que no falte !! Viva el Califato !!
22 de febrero de 2021 a las 8:32 pm | Enlace permanente
Paco, por supuesto que no faltaron. Y nos quedaron ganas de volver los tres…
23 de febrero de 2021 a las 11:49 am | Enlace permanente
¡Es una suerte o un milagro que Córdoba aún conserve esa arquitectura tan poderosa y singular! Estuve allí hace muchos, muchos años, tantos que recuerdo muy poco cómo era Córdoba. Por no decir que no recuerdo nada. Eso lo tengo que subsanar y un año de estos voy a ir hasta allí.
Aún hay esperanza de poder hacer algún que otro viaje, aunque sean muchos o pocos kilómetros… dicen que la esperanza es lo último que se pierde.
¡Salud!
23 de febrero de 2021 a las 7:01 pm | Enlace permanente
Carmen, desde luego que tienes que volver, para emocionarte con la Mezquita y con las ruinas de Medina Azahara, y para conocer mínimamente algo de la historia fabulosa de la Andalucía, y la España, musulmana. La Mezquita está, sin duda, entre los monumentos más singulares que tenemos en nuestro país.
¡Y seguro que pronto podremos volver a viajar! Córdoba, además, tiene una excelente gastronomía.
Salud
23 de febrero de 2021 a las 7:56 pm | Enlace permanente
Sí, me acuerdo de algo. Estudié Hª del Arte y dentro de esta licenciatura entraba alguna asignatura de Historia Medieval.
Tengo muchas ganas de ir a Córdoba, pero se me acumulan los viajes…
Saludos
24 de febrero de 2021 a las 11:57 am | Enlace permanente
Carmen, es hora de recordar viejos conocimientos…